Cuando pisas por primera vez Mestalla es una experiencia que
no se puede describir. Es como pisar el templo que tantas alegrías te ha dado y
ves como en ese momento formas tú parte de ellas. Ese mágico momento en que ves
rodar el balón por el césped y ves a tus ídolos tan cerca que casi los puedes
tocar. He visto las caras de niños, con la ilusión pintada en los ojos al
entrar en Mestalla e ilusionarse hasta por el color de las paredes, por lo
grande que es y por creerse tan cerca de ese sueño que todo niño posee de poder
un día jugar en ese estadio como lo hacen sus ídolos.
Pocos pueden decir haber pisado ese césped vestidos de corto
y poder hacer ese sueño realidad. Llevo dos años pudiendo jugar un partido
entre esa gran familia que hacemos el Voluntariado del Valencia CF. Pasa el año
y todavía no me creo que vaya a cumplirlo otra vez…
Te preparas como si de una final de Champions se tratara. Entras
en los vestuarios motivadísimo, con tu mochila, tus botas, tu camiseta del
Valencia y te sientas donde tus ídolos se preparan cada partido y entonces los
nervios empiezan a correr. Te vas vistiendo y te das cuenta de lo cerca que
tienes correr por esas bandas, tocar ese balón y soñar que las gradas están
llenas de mucha gente corea tu nombre.
El viernes pasado pude cumplirlo de nuevo. Y esa ilusión fue
igual o más que la del primer año que pude hacerlo realidad. Me sentí como si
la magia del fútbol me inundara de la cabeza a los pies. En el túnel de
vestuarios ya no podía mirar hacia otro lado que hacia ese césped que estaba a
segundos de pisar, a segundos de poder decir que otro año más, yo jugué en
Mestalla y pude cumplir el sueño que muchos solo pueden imaginar.
No puedo describir que se siente al tocar el balón, al
correr por ese césped, al celebrar un gol junto a tus amigos y al poder cumplir
un sueño que desde niña habitó en mi cabeza. No hay palabras para describirlo, hay que vivirlo para poder saber qué se siente... Solo me queda dar las gracias. Gracias
a los que han hecho posible esto, a los que nos conceden cada año a mis grandes
compañeros y a mí el placer de jugar una pachanga entre amigos en ese templo
que nosotros respetamos y amamos tanto como el escudo al que representamos.
Desde aquí aprovecho para decir que me siento orgullosa de
formar parte de algo tan grande como el Voluntariado del Valencia CF porque en
cada partido me demuestran que la grandeza del fútbol es algo más que un balón
corriendo por el césped, es un sentimiento que miles de personas hacen posible
y que el sentirse parte de unos colores no tiene precio.
Gracias chicos, por ser vosotros los coparticipes de este
gran sueño de jugar en Mestalla. Por cada uno de los que el viernes pasado
volvió a cumplir el sueño de jugar en nuestro estadio. Gracias porque un día
nos juntamos y sé que algo invisible nos unirá pasa siempre. Gracias a todos
esos locos bajitos y locas con tacones que formar parte de esa enorme familia
de azul que es el Voluntariado del Valencia.
Ahora podremos decirles a nuestros hijos que nosotros
jugamos allí un día y que pudimos sentir la magia de esas gradas, el
sentimiento de sudar una camiseta que respetamos y amamos y la grandeza de
formar parte del mejor equipo del mundo.