Si algún día, esos que ahora se pasean por el campo supieran
lo que demuestran, se les caería la cara de vergüenza por el pésimo espectáculo
que dan. Ganando millonadas y no demostrando nada. Arrastrando, literalmente,
una camiseta que es algo más que unos colores, es un sentimiento que ni
comparten ni respetan. Algún día espero que se den cuenta de que cada vez que
no corren tras un balón, que no defienden correctamente un contraataque o
simplemente, cada vez que se pasean sin ganas ni garras sobre el césped, hacen
daño a algo más que a su equipo, hacen daño a una afición que ha dado tanto por
ellos. Hemos sufrido las peores caídas y hemos aguantado los peores golpes sin
desfallecer para que ahora, después de todo eso, nuestro premio sea este.
No necesitamos que nadie nos diga lo que duele que tu equipo
no levante cabeza; no necesitamos más explicaciones sobre lo que es sufrir por
los colores que corren por tus venas; no necesitamos a jugadores que no sientan
la camiseta; no necesitamos palabras bonitas ni discursos utópicos; no
necesitamos caras bonitas tapando un extraordinario desastre; no necesitamos
gastarnos millones en una plantilla para no levantar cabeza y perder contra los
pequeños; no necesitamos salir en la prensa siendo un equipo revelación; no
necesitamos que nadie nos aplauda al pasar ni que nos tengan miedo; no
necesitamos nada de esto para ser felices.
Mestalla no necesita eso. Mestalla necesita jugadores
implicados en dejarse la piel por cada punto; necesita jugadores que sepan lo
que demuestran y lo que defienden; que sepan pedir perdón a aquellos que les
animan pase lo que pase; necesitan que se les diga que algo no funciona;
necesitan que se busquen soluciones reales a problemas que todos vemos;
necesitan una plantilla implicada en un proyecto algo más que deportivo;
necesitan que los que forman su equipo se crean que son importantes para esos
que cada partido nunca fallan y en cada derrota sacan fuerzas de donde no las
hay para no dejarlos solos. Si fuéramos una afición oportunista, Mestalla ahora
estaría vacía hasta que no levantarais cabeza. Mestalla sería un cementerio en
absoluto silencio como señal de que no os merecéis que canten para animaros. Entonces,
tal vez, en ese momento os daríais cuenta del sentimiento que os cargáis cada
vez que no dais lo máximo en los partidos. Pero no somos así…
Un sentimiento es algo más que llenar Mestalla en los
partidos contra Barça y Madrid. Es algo más que animar cuando se gana 3-0; algo
más que celebrar el pase a otra fase de la copa o la clasificación a la Liga de
Campeones. Un sentimiento es seguir animando cuando tu equipo no gana un
partido; es animar cuando sabes que se escapan los puesto de Europa, cuando tu
equipo va décimo y cuesta abajo; animar cuando las opciones de clasificarte
para el objetivo de este año, cada partido se esfuman más lejos. Es animar pese
a todo y pese a todos, hasta que deje de rodar el balón y entonces hacer notar
que no se está de acuerdo.
El campo es soberano y la afición la reina que todo lo ve.
No es que ahora nos bajemos del burro y os dejemos solos, porque os animamos
durante todo el partido. Nos quejamos al final, para que os deis cuenta del
enorme regalo que tenéis, que no valoráis y al que no le dais alegrías como
para merecerlos. Levantad la cabeza mientras jugáis mal y mirad la grada.
Veréis a niños pediros la camiseta cuando ni siquiera la habéis sudado aun
siendo el minuto 80; veréis a gente que celebra un córner porque espera que en
esa jugada pueda llegar el gol que nos meta en el partido; veréis a aquellos
que os levantarán la moral aunque el resultado haga imposible una victoria.
Veréis a esos por los que debéis jugar y dejaros la piel.
Hasta que no veáis a
esa gente como alguien a quien le debéis todo lo que tenéis, seguiréis arrastrando
el escudo por cada campo que piséis y seguiréis siendo meros jugadores y no
formaréis parte de algo llamado valencianismo.