martes, 24 de marzo de 2015

Valencianista se nace, no se hace...

No hay mal que 100 años dure, ni cuerpo que lo aguante. No hay racha mala que no se pueda cambiar, ni equipo grande que pueda ser pequeño. Los grandes son siempre grandes, aunque se pasen momentos en la oscuridad. No creo que muchos hayan podido imaginar encontrar al Valencia, a estas alturas de la Liga, en la pugna por los puestos Champions. Muchos pueden pensar que todo esto ha sido cosa de suerte, pero señores, en el fútbol eso no existe. No hay suerte cuando se pierden partidos que habrías de ganar ni suerte cuando les ganas a los que, en teoría, tienen un equipo muchísimo mejor que tú.

Pero, como se ha podido ver en esta Liga, los partidos no se ganan a base de millones ni de estrellas, sino de esfuerzo, constancia, ganas de luchar y mucha implicación. Este equipo tiene todo eso. Una plantilla joven, con poco nombre pero mucha estrella. Los nuestros no ganan millones, pero muchos han demostrado que las cláusulas no demuestran la calidad de un jugador. Posiblemente, el proyecto empezó como algo que nadie daba crédito y mucho menos se pensaba que se podía estructurar una plantilla como la que ahora tenemos. Hace unos años esos jugadores, a estas alturas de la Liga, no estarían en nuestro club, habrían sido vendidos para sacar dinero por ellos y ahora estaríamos luchando por entrar en Europa o quien sabe, con las esperanzas ya perdidas en poder jugar el año que viene en competición europea.

Pero los tiempos han cambiado y la mejor cara del Valencia ha vuelto a relucir. Los mejores tiempos de nuestra camiseta han salido a la luz este año. Posiblemente, no podamos ganar la Liga o quizá demos la sorpresa y nos colemos entre los dos grandes que ahora marcan las primeras posiciones, pero que es eso comparado con las ganas que tenemos de ver a nuestro equipo donde un día estuvo. Los grandes ya nos miraran de igual a igual porque hemos demostrado que somos capaces de luchar contra todo y contra todos. Nuestro juego es mejorable pero con eso y todo hemos llegado a estar terceros en liga y con opciones de más.

En la capital ya se respira ese ambiente de miedo, de temor de que otra vez, sea un equipo humilde el que les mire desde arriba. Acostumbrados a estar en el olimpo sin que nadie les molestará, ahora nuestra presencia les agobia. Saben que cualquier punto perdido puede ser una oportunidad para los rivales que les siguen. No vamos a dejar de luchar por mucho que la Liga se ponga difícil. Queremos demostrar que estamos aquí para dar mucha más guerra de la que otros quisieran que diéramos. La Liga no es nuestro objetivo, pero sí nuestro sueño. Los títulos llegarán si seguimos por el camino que este año hemos empezado a recorrer. Ahora ya podemos disfrutar que este pequeño sueño que hace años creíamos imposible, de que este sueño se esté empezando a construir a base de mucho esfuerzo.

Hoy ser la afición del Valencia está de moda. Esos que antes criticaban a nuestro club ahora se suman a los elogios hacia los nuestros. Pero esa no es la afición de un equipo campeón. La afición valencianista es la que sabe lo que es llorar con una eliminación de semifinales de Europa League y lo que es acabar el partido e ir a recibir a los jugadores como héroes por haberse dejado la piel sobre el campo, incluso tras haber perdido. Un valencianista sabe que el 1 de mayo de 2014 siempre se recordará como una fecha crítica. Un valencianista sabe lo que se sentir temor cuando añaden 5 minutos, que un sudor frío te recorra el cuerpo y recordar ese trágico día. Un valencianista sabe lo que es una reAmuntada cuando todos nos daban por eliminados. Un valencianista sabe lo que se siente al apoyar a tu equipo en las malas, cuando menos te merece porque es cuando más te necesita. Un valencianista sabe lo que es soportar que tus estrellas se vayan pero no perder la esperanza de que, aun así, se pueden conseguir grandes cosas. Un valencianista sabe lo que es levantarse cada mañana y pensar que el proceso de venta de sus colores todavía está en marcha. Un valencianista sabe lo que es pisar la calle vistiendo la camiseta con orgullo el día después de haber perdido un partido importante contra los grandes. El valencianista sabe lo que es llorar con los suyos, tener lágrimas en los ojos pero aun así sentirse orgulloso de haber elegido al Valencia como una forma de vivir.


Cuando esos que ahora se suman en elogios, sepan soportar eso, que venga a darme clases de valencianismo a mí y a los muchos que nunca hemos perdido la fe en este Valencia. Cuando ellos sepan apoyar en las malas, que venga a decirme que los sueños no se pueden cumplir. Cuando ellos sientan el Valencia como parte de su vida y no como un sentimiento pasajero, que venga a decirme que la Liga es imposible. Cuando ellos sepan lo que es vestir la camiseta como el mejor traje, que vengan a decir que esto son solo unos colores. Porque valencianista no se hace, se nace. 




sábado, 21 de marzo de 2015

El sueño solo muere cuando muere el soñador...

Seguimos soñando, con los pies en el suelo pero seguimos y nos permitimos soñar con cosas más grandes que un tercer puesto en la Liga. El Valencia tiene las cosas claras, el sistema de juego puede ser más o menos mejorable, pero los resultados llegan y los puntos siguen sumando. Ya hemos superado al vigente campeón y nos acercamos cada vez más a los todopoderosos de nuestra Liga. Barça y Madrid juegan mañana por la noche el famoso Clásico y el Valencia ya ha hecho sus deberes para seguir acechando en la Liga.
Este equipo parece no tener límite y parece querer hacer algo grande esta temporada. Quién nos lo iba a decir a nosotros que a estas alturas de Liga estaríamos permitiéndonos soñar con dar la sorpresa. Nadie habla de nosotros, nada se quiere ni plantear que puede volver ese Valencia que daba mucha guerra hace años. Que sigan así… que no hablen que las sorpresas son mejores cuando no las esperas. Nadie quiere pensar, ni en Madrid ni en Barcelona se pueden plantear el hecho de que el Valencia siga recortando puntos con ellos. Los puntos que hace jornadas se veían imposibles de recortar, ahora se resumen a tan solo seis escasos puntos. Con enfrentamientos como el del domingo por la noche y con los próximos enfrentamientos entre los tres primeros clasificados, la Liga se pone al rojo vivo.
Ayer el Valencia disputó el partido contra los hermanos de Elche. El partido se planteaba tremendamente bonito por la gran hermandad y buen rollo que se respira entre las aficiones. Desde la llegada a tierras ilicitanas, se pudo ver que aquella noche iba a ser una fiesta. Recibida la afición como entre amigos, el partido en las gradas se vivía como si de una fiesta se tratara, aunque en el campo se jugaran puntos importantísimos para los dos clubs: uno para seguir luchando por dar la sorpresa y el otro por alejarse de los temidos puestos de descenso.
El Valencia era claro favorito, pero el partido nos dejó grandes detalles por parte de los dos equipos hasta que finalmente se decantó para los chés. Los blanquinegros abrieron el marcador con un gol de André Gomes, antes de finalizar la primera parte, tras una asistencia perfecta de Paco Alcácer que volvería a marcar de  nuevo el segundo gol para volver a poner en boca de todos que la Bestia de Torrent había vuelto para seguir dando guerra y para no irse nunca.
La fiesta estaba asegurada en las gradas y aunque el Valencia parecía bajar algunas marchas para no hacer sangre ni leña del árbol caído, todavía faltaban dos goles más por llegar. Un gol en propia puerta tras un pase de Barragán ponía el 0-3 en el marcador. Otamendi cerró el encuentro con un gol de cabeza y con una de las celebraciones que hoy ponía portada a muchos diarios deportivos valencianistas. El argentino avistaba a lo lejos a los rivales más directos y daba señales de que el barco de los piratas del Mediterráneo estaba dispuesto a conseguir ese tesoro llamado Liga, y que por fin, avistaba la ansiada tierra firme.
¿Por qué no este año podía conseguirse ese sueño del que hace tiempo que no tenemos licencia? Llevamos una temporada terriblemente brillante pese a que hemos dejado por el camino puntos verdaderamente importantes en campos a priori asequibles. Los nuestros están enfilados a conseguir aquello que la afición no quiere nombrar pero que todos imaginamos. Los jugadores están implicados en un proyecto que, pase lo que pase y acabemos donde acabemos esta temporada, habrá sido un grandísimo éxito. A los incrédulos, hoy solo les pido que miren la tabla clasificatoria, que cuenten los puntos que nos separan del primero y del segundo y que ahora critiquen a los nuestros. A los que tienen miedo solo les recuerdo que alguna vez fuimos nosotros los que íbamos por delante y que nunca hemos sido un club pequeño por mucho que ellos se empeñaran en que fuera así.
El fútbol es solo la ilusión que crea una pelota al rodar por un césped. El fútbol para muchos son solo hombres corriendo tras un balón, pero para los que lo entendemos sabemos que es mucho más que eso. Es el sentimiento por una camiseta, es el amor por unos colores y es el sufrimiento y el sueño de cada partido y cada minuto. Mi ilusión se llama Valencia y mi sueño es la Liga. Tal vez solo sea un sueño, pero el sueño solo muere, cuando muere el soñador. El sueño solo desaparece cuando se hace realidad.

lunes, 9 de marzo de 2015

Salvando un punto...

Prefiero que me consideren muerto a que me critiquen. Prefiero que no me consideren rival a que mediten cada uno de mis pasos. Prefiero pillarles desprevenidos a que estén alerta a todos mis movimientos. Eso es nuestra Liga a día de hoy. Cuando la diferencia de puntos entre los primeros puestos es tan solo de 9 puntos, parece que para algunos, solo un par pueden ganar la liga. El tercero y el cuarto ya no tiene opciones para algunos entendidos del fútbol.

Ayer se disputaba en el Calderón un partido importantísimo donde ambos conjuntos tenían ganas de verse las caras. Tercero y cuarto. El vigente campeón contra la nueva promesa. El Atlético de Madrid contra el Valencia. Se preveía un partido de mucha intensidad, muchas ocasiones, buen fútbol y como no, la tensión que caracteriza a ambos equipos. Sin embargo, el partido dejó de todo menos buen fútbol. Las ocasiones para ambos equipos fueron escasas y no se puede destacar un claro dominador del encuentro.

El primero en golpear fue el equipo de la capital, tras un zapatazo de Koke que se cuela entre la defensa valencianista y termina en la redes del portero Diego Alves, que nada puede hacer para detenerlo. Los dos equipos demostraban que los puntos en juego eran importantes y eso se plasmaba en cada jugada y en cada disputa de balón. Las patadas, los encontronazos, las duras entradas y los piques entre jugadores eran la clara imagen de que la victoria significaba algo más que tres puntos. El tercer puesto y la posibilidad de engancharse a la lucha por la liga estaban en juego. La ventaja con el gol de Koke no fue suficiente para ganar el partido puesto que el equipo ché, tras una falta envenenada de Parejo y un mal despeje del portero Moyá, dejó en la manos de Mustafi el tanto que ponía las tablas en el marcador. 1-1 como resultado final y reparto de puntos sin variación de puestos en la tabla clasificatoria.

Las tarjetas iban y venían para unos y otros. Algunos se desquiciaban y otros simplemente golpeaban de la rabia por ver que la victoria se escapaba. Vimos duras entradas como la que sufrió Gayá que fue el terror para los colchoneros por las bandas. Pero si con alguien soñaron anoche los atléticos fue con Otamendi. El defensa argentino se convirtió en un muro demasiado sólido para traspasarse y muy desquiciante para los delanteros rojiblancos. Y las tarjetas seguían saliendo para unos y otros. Algunos se fueron impunes a casa tras reiteradas entradas merecedoras de tarjeta como fue el caso de Gabi que mereció la tarjeta pero que el árbitro no considero (que raro) oportuno sacársela.

La dureza del partido eclipsó por completo el buen fútbol y di paso a un recital de patadas de todo tipo y de toda índole. Había cabezazos, patadas a la rodilla, al gemelo, al tobillo, cabezazos, enfrentamientos verbales entre Mandzukic y Otamendi, más patadas, más patadas (que se lo pregunten a Gayá sino). El pobre lateral no recibía el balón sin recibir un recadito. Javi Fuego no logró terminar el partido tras ver la doble amarilla y se perderá el próximo encuentro.

Un reparto de puntos que simplemente deja las cosas como estaban y sin cambios. El punto sacado del Calderón sabe a bueno después de las pocas ocasiones chés en la primera parte. El Valencia se llevó algo más que un punto, puesto que mantiene la diferencia de goles a su favor en los enfrentamientos contra los colchoneros esta temporada con un 4-2 en el cómputo global.

Ahora solo se puede pensar en el próximo partido en casa contra un Deportivo que no puede perder más puntos para no complicar su vida en las posiciones odiadas del descenso. El partido se disputará en Mestalla el próximo viernes y donde hay que salir a conseguir los tres puntos para seguir luchando por la tercera plaza que nos coloque directos en la Liga de Campeones, evitando la fase de grupos.
Mestalla es un fortín y pocos equipos han salido con puntos de los muros del coliseo valencianista. Este viernes no debe ser menos y la afición seguro responderá como lleva haciendo a lo largo de la temporada con los partidos en casa: llevando al equipo en volandas desde el inicio hasta el pitido final, metiendo el primero gol y sintiéndose orgulloso de los suyos. Porque el sueño de poder seguir escalando en la clasificación aún es posible aunque algunos sientan miedo al pensarlo y quieran hacernos pensar que no podemos seguir subiendo.


El tercer puesto está a tiro de piedra y al Madrid y Barça no le perdemos el paso. Seguimos estando en esa lucha y partido a partido, siguiendo como hasta ahora, no decaeremos de ella hasta que termine la Liga. Los puntos son oro, cada punto cuenta como el último y por eso cada partido se debe vivir y jugar como una final. Porque este sueño que hace meses creíamos imposible, cada día lo vemos más cerca. Que nada nos impida soñar, porque un sueño solo muere cuando se hace realidad.