Sufriendo como siempre pero dando la cara como nunca. En las
grandes citas el Valencia no falla y, aunque a lo largo de la temporada hemos
perdido puntos importantes, en la recta final nos hemos dejado la piel por
lograr ese objetivo que llevábamos planteándonos desde que empezamos la
temporada. La Champions debía ser para la próxima temporada el premio a un año
mágico, con mucho esfuerzo y sacrificio dejado por el camino. Ahora miramos
atrás y vemos que nada ha sido fácil pero solo a base de ser un equipo donde
todos somos una piña, hemos podido acabar entre los mejores de nuestra liga.
El equipo lucha junto y cuando sufre, sufre unido. Si
alguien de nosotros se queda atrás, aminoramos nuestra marcha para ir con él,
porque el Valencia jamás camina solo por muy largo y difícil que sea el camino.
Nos han querido dejar por el camino pero nosotros hemos sabido continuar
nuestros pasos con la idea clara de que el objetivo se conseguiría. Y ahora nos
encontramos ya aquí, en la meta de una carrera donde todo esfuerzo ahora merece
la pena. Luchar por algo que sientes y sobretodo sufrir por algo que amas solo
hace el sabor de la victoria un poco más dulce. Ahora ya no nos acordamos de
los minutos sufridos o de los puntos perdidos, solo empezamos soñar con lo que
podemos conseguir la próxima temporada. Europa nos espera y la Champions es el
premio a un año mágico y donde solo se pone el comienzo a una época que acaba
de empezar.
Acabamos la Liga con un partido de infarto no apto para
cardíacos. Dependíamos de nosotros mismos pero jugábamos contra un equipo que
se jugaba el descenso en la última jornada. El Almería siempre dio primero pero
supimos devolver los golpes en el momento preciso hasta que los nervios nos
entraron en el cuerpo al ver que el Sevilla ganaba y la Champions se esfumaba
de nuevo. Pero la historia no podía ser tan cruel con nosotros. Después de luchar
tanto no podíamos quedarnos fuera de Europa en la última jornada. Y entonces
llegó él.
Llegó el que llega siempre, al que se le espera y no se le
ve venir. Al que cuando no está se le echa de menos y cuando llega te das
cuenta de lo importante que es para el equipo. El 9, el hombre que lleva un gol
en las venas. Entonces llegó Paco y Almería se convirtió en Mestalla. No
importaba que el Sevilla hubiera ganado, nosotros hacíamos nuestro trabajo y ya
éramos cuartos de nuevo. Y la fiesta se desató en las gradas donde cientos de
valencianistas había ido a arropar a los nuestros, pero la afición del Valencia
es mala. Ayer vimos intercambio de bufandas entre unos que subían al Olimpo y
otros que bajaban al destierro… pero lo malos viven en Mestalla. Esta losa de
ser una afición violenta nos acompañará siempre pero jamás se dirá que no ha
había partido fuera de casa donde el Valencia haya estado solo. Eso no interesa
decirlo. Pero, ¿qué importa eso ahora? ¿Dónde están aquellos que decían que no
lo conseguiríamos? Han desaparecido, solo quedamos los que confiamos siempre.
La Champions era nuestra pero toda buena noticia tiene
siempre un sabor amargo y todos sabemos quién sufrió ese duro sabor anoche.
Nuestro parapenaltis se rompía y su rodilla decía adiós durante nada menos que
6 meses. Ese ligamento ayer decidió que no todo podía ser tan bonito y que
tenía que romperse… y se rompió. Pero nada más allá de la realidad para ver
cómo es un equipo. Todos arroparon a Diego Alves, el equipo entero y hasta la
grada se rompía ese ligamento con él. Hasta el mismísimo Peter Lim ayudó a
nuestro portero a moverse por el aeropuerto de Valencia dando la imagen de que
pese a lo que muchos quieran decir, aquí todos sumamos y todos estamos al mismo
nivel.
Ahora ya está la meta cumplida, por lo tanto, empecemos a
trabajar por lo que nos depara la siguiente temporada. Se baja el telón de un
año duro pero donde hemos cumplido los objetivos pese a las muchas batallas que
nos ha deparado el camino. Que nadie me diga que el Valencia no se ha merecido
estar donde está porque está donde nunca debió salir. Empezamos el sueño, un
sueño llamado Champions…